
La relación “Instructor-alumno” en el proceso de aprendizaje
En todos los procesos de aprendizaje podemos identificar dos posiciones: el educando (alumno) y el educador (Instructor). La relación Instructor-alumno en buceo no es distinta. Ésta pasa por varias y diferentes etapas durante el proceso de formación de un buceador antes de obtener su certificación. De cómo vayan evolucionando y desarrollándose esas etapas, dependerá en cierta medida la estabilidad, seguridad y confianza del buzo, e influirá en su capacidad futura para disfrutar plenamente de su vida subacuática.
Como veremos, un desarrollo exitoso del proceso de formación será clave para manejar las ansiedades que se desencadenan en esta actividad en particular, y en cualquier proceso de formación, en general. Como en toda relación entre el Instructor y su alumno, deben quedar bien establecidos los objetivos y metas a alcanzar. De esta forma los esfuerzos tanto de parte del Instructor como del alumno, serán claros.
También es importante establecer claramente las diferencias entre objetivo y meta. En el momento de comenzar con el curso, que le permitirá al alumno tener conocimiento sobre las técnicas de manejo del equipo de buceo, estaremos frente a una situación de “hoja en blanco”. Sin tener ningún tipo de conocimiento sobre la materia, está todo por descubrir. Ni el alumno sabe sobre el tema en cuestión, ni su Instructor conoce a su estudiante. A partir de este momento comienza el trabajo del Instructor que, a diferencia del alumno, tiene mayor experiencia práctica. Es muy importante para ambas partes, contar con todas las herramientas teórico-prácticas. El Instructor podrá así dictar el curso de la mejor manera y llegar a lograr que el alumno pueda entender lo que se le está explicando.

El rol del Instructor
Un docente, tanto en el campo del buceo como en cualquier otro, debe tener y poseer ciertas características como:
- Ser dedicado al momento de escuchar
- Ponerse en el lugar del alumno (empatía)
- Demostrar entereza y comportamiento imitable frente a todas las circunstancias
- Poseer el don de la paciencia ante las dudas que presenten sus alumnos
En todos los campos de la enseñanza los alumnos tienen distintos niveles intelectuales y distintas expectativas. No todos son iguales ni tienen la misma personalidad, por ende van a captar los conocimientos que se les brindan de distintas maneras, en diferentes lapsos de tiempo, algunos más rápido, otros más lento. El objetivo más importante para todo tipo de formación, es que el alumno reciba la mayor cantidad de conocimientos, los interprete e incorpore y que luego, pueda llevarlos a cabo en la práctica, en este caso en particular del buceo será bajo el agua.

El Instructor en acción
Ya mencionamos que en el proceso de “formación” inciden múltiples factores para el éxito o fracaso del mismo que determinarán la calidad de los resultados. El Instructor, como líder y coordinador de las actividades, hará posible mediante un “diálogo didáctico”, que el alumno pueda adquirir sentimientos de superación, de valor personal, de autoestima, un buen concepto de sí mismo. También puede darse todo lo contrario: sentimientos de poco valor, frustración, apatía y estrés. Los instructores, como parte esencial de la relación educativa, están obligados a promover un ambiente óptimo para que se generen buenas relaciones instructor-alumno basadas en la confianza y respeto mutuos.
Existen actualmente muchas herramientas que ayudan a motivar a los alumnos y le permiten al Instructor ser más eficiente a la hora de implementar el proceso de enseñanza. Sin embargo, la más poderosa de las herramientas sigue siendo la propia motivación del Instructor. Un instructor desmotivado no logrará abrirse paso en el intrincado campo de “transmitir conocimientos”.
Las etapas en esta relación
Podemos distinguir tres distintas etapas que ademas, están relacionadas en forma temporal y del paso de una a otra en forma natural, depende el éxito del proceso educativo. Detallaremos cada una de estos estadíos:
Etapa I
- Podemos considerar que en el primer momento, existe un fuerte impacto psicológico debido al cambio radical de ambiente al que se ve expuesto una persona que aprende a bucear. Estar bajo el agua respirando por un regulador ya sea en un entorno de agua confinada o un entorno de aguas abiertas hace pasar al futuro buceador por un momento de “desconexión transitoria”. Al momento de la primera inmersión, la percepción de desorientación que siente el buzo ante la nueva experiencia es abrumadora.
- La persona se mantiene en alerta a las sensaciones corporales que va sintiendo en su nueva situación, y prestando muy poca atención a su entorno. Esta etapa puede durar minutos, superándose en el momento en que el alumno reconoce y mira a su Instructor y establece con él un vínculo relacional de confianza que nos lleva al siguiente paso. Aquí también juega un rol importante la predisposición del alumno frente a un nuevo escenario.
- Temores van a existir, pero una buena cuota de ellos el buzo los podrá manejar si ha recibido una formación integral y a conciencia. El trabajo del Instructor no consiste en “quitar los miedos” a sus alumnos. El alumno podrá manejar esos miedos y será capaz de poder disfrutar de las inmersiones sabiendo que sabe controlar el equipo, y utilizarlo con destreza y habilidad. De esta forma el alumno manejará esos miedos que son lógicos usando su formación como punto en donde hacerse fuerte.
Etapa II
- Cuando el alumno comienza a confiar en su Instructor, reconoce en el profesional una capacidad protectora, estableciendo una relación de confianza que le hace sentir esto como garantía de su seguridad y aprendizaje efectivo. Empieza en este momento una relación donde si ésta sigue el camino correcto, Instructor y alumno se estimulan mutuamente. El alumno percibe, actúa y aprende a través de su Instructor, y éste procura que su alumno disfrute de sus nuevas experiencias, y adquiera las habilidades necesarias para la actividad.
- Es el momento en que el estudiante aún no es capaz de percibir las diferencias entre su propias sensaciones: la angustia y las sensaciones nuevas que está viviendo propias de la actividad. Necesita de su instructor para poder diferenciarlas y obtener la tranquilidad que lo hará disfrutar su inmersión.
- El alumno reacciona, especialmente al principio, con extrema sensibilidad a las respuestas de su Instructor, no solo de tipo racional, sino de carácter emocional. Un Instructor ansioso y obsesivo, transmite sus propios miedos y ansiedades, comprometiendo la calidad de su trabajo de formación.
- Hay que tener en cuenta que en este punto el alumno emite muchas señales que indican cómo está viviendo el proceso de formación. De la forma en que el instructor atienda esa señales, va a depender cómo será el futuro buzo. Éste irá adaptando su conducta según dichas respuestas selectivas. Podemos afirmar en este sentido que el tacto personal y formativo del Instructor tendrá gran influencia en cómo será y se comportará bajo el agua el alumno como buceador.
Etapa III
- Llega un momento en que el alumno comienza a separarse de su Instructor, deja de ser pasivo a las órdenes estrictas de él y se aventura a pequeñas incursiones, aunque sin perder de vista su fuente de seguridad. Si las dos etapas anteriores han sido transitadas con éxito, el alumno puede abandonar progresivamente “la tutela” de su Instructor, y superará con éxito su fase formativa, disfrutando de conocer con detalle el nuevo mundo de sensaciones que se abre ante sus ojos.
- El objetivo de este proceso, es el de poder alcanzar al finalizar su formación, una sensación de seguridad técnica y emocional tal que le permita ir evolucionando de manera progresiva en su vida bajo el agua. Una vez conseguido esto, el alumno está preparado para seguir su desarrollo de manera autónoma. El proceso debería finalizar con el curso inicial (Open Water Diver).
- Instructor y alumno deben ser conscientes de que la finalización del curso debe implicar un funcionamiento autónomo del alumno. Por esto es tan importante que el proceso de desprendimiento se realice y el alumno no quede literalmente “enganchado” a su instructor, lo que implica cierta dependencia para poder sumergirse. Si el trabajo del Instructor estuvo bien hecho, el buceador que sale de sus aulas es independiente de su tutela y está preparado para nuevas aventuras.
- Al final de esta etapa el alumno (ex alumno ya) se percibe asimismo como un buzo independiente. Estará seguro de sí mismo, si ha podido interiorizar de su instructor una adecuada contención emocional y la formación técnica adecuada.

¡Preparados para la aventura!
Llegará el momento entonces, en el que el buceador ya no necesite de su Instructor exclusivamente como fuente de seguridad y estímulo, y pasará a necesitarlo como alguien que lo guíe para seguir adelante, creciendo en nuevas experiencias y le posibilite ir por más en su formación.
Todo buzo debe saber que una correcta formación y desarrollo significa poder bucear disfrutando tranquilamente y sin ansiedades. Esto, sin perder de vista que es necesario alcanzar el nivel óptimo de activación mental que se requiere en una actividad donde hay que estar atento a los actos que se realizan en cada momento.
Enseñar a bucear no solo es facilitar los conocimientos de un material de estudio. En el buceo vamos siempre más allá! De ello se desprende que los lazos que se crean en esta actividad son muy fuertes en el agua, y aún más fuera de ella. Este vínculo perdura en el tiempo y el espacio, trascienden las aulas, se crea una especie de hermandad que no suele verse en cualquier otra actividad.
El Instructor es quien continúa guiando a sus estudiantes en otro proceso que inicia luego de la etapa III: el crecimiento como buceador ganando experiencia y formación.

Concluyendo…
Como se desprende de la “teoría de la motivación”, la actitud y trato del Instructor es esencial para la construcción de una sana relación educativa entre él y su alumno. Es conveniente que los Instructores estén atentos para evitar homogeneizar y estandarizar a los alumnos. Como educadores, los Instructores deben cuidar estos tres puntos:
- Tener siempre una actitud positiva
- No ser individualista
- Tomarse el tiempo para observar a cada alumno y aconsejarlo de la mejor manera según el perfil de buceador que él mismo ha formado en cada uno.
No puede darse auténtica acción educativa sin el binomio Instructor-alumno. Precisamente porque al educar se da una relación intrapersonal e interpersonal. Intrapersonal, porque el proceso educativo debe originarse y desarrollarse desde dentro de las personas. Interpersonal, porque el objetivo de la misma es la interacción de las personas.
El educador genuino es aquel que propicia crecimiento en sus alumnos porque es capaz de ver, de descubrir y valorar la potencialidad que se encuentra en cada uno de ellos. Así los Instructores logramos no solo buenos buzos, responsables y autónomos sino también buenas personas.
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